5.5.10

Grita.

Cinco escalones en cada tramo, excepto el del primer piso, con seis. Dos vueltas de llave. Doce minutos para la ducha.. Treinta y siete vueltas en dos horas y un cuarto. Las sábanas hechas un amasijo entre las piernas, poniéndole zancadillas por todos lados. Cinco golpes en la pared de al lado. Diecinueve minutos desde que ha pasado el camión de la basura, siempre puntual..


Siempre cuenta para sí, números inservibles que ocupan su memoria.
Porque sí. O quizás para no dejar hueco a esos monstruos que intentan pegarle mordiscos, arrancarle la piel a bocados.


A falta de ovejas cuenta estrellas antes de dormir, para no volverse loco y gritar.
Se hunde entre las sábanas a ver si se lo tragan, si lo succionan y logran cerrarle los ojos y adormilarle la mente.
Las agujas del reloj corren como locas, huyendo de algo que él no percibe del todo. Giran alrededor de él de forma vertiginosa y lo confunden, se dispersan y le nublan la vista..

Y cuando parece que casi lo ha conseguido los ojos se le abren de golpe ante la imagen que le invade siempre, tan traicionera y violenta, arisca y amarga, como era ella.
Otra noche más se da por vencido. Tarda un segundo en levantarse de la cama. Diecisiete pasos y un cuarto hasta la nevera. Tres yogures, dos manzanas, y un cartón de leche. Nada apetecible. Ocho minutos y catorce insoportables. El café está listo.
H
ace ya una hora y cuarenta que ha amanecido.

Números y más números se van apilando en el montón de desperdicios que es su cabeza, y esa imagen siempre ahí en el fondo, que cobra protagonismo a las X en punto, como si fuera el pitido molesto del microondas repitiéndose una y otra vez.
No está del todo seguro, pero pronto explotará.