11.9.12

Superviviencias,

   Aun no tengo una opinión clara sobre él, pero sé que no me cae del todo bien. No me gusta su manera de actuar, su modo de vivir, de pensar, todo él me desagrada en cierto modo. Desde el primer momento, supe que no era mi tipo, aún así me descubrí avanzando y sorprendentemente, aprendiendo.
   Lo que me gusta de él es que sabe ser sincero consigo mismo. El claro ejemplo de alguien que se limita a sobrevivir e indudablemente, sabe cómo hacerlo.

29.4.12

[Él, que sin saberlo, me sigue salvando de mis naufragios.]

..su sonrisa irradia su rostro mientras me cuenta ilusionado todas las historias que ha vivido estos años atrás. Me sorprendo a mí misma intentando encontrar en sus ojos al niño con el que tantas cosas compartí, y a pesar de comprobar que no cumple con mis perspectivas, no me siento decepcionada. Incluso me agrada su cambio, es algo a lo que fácilmente podría acostumbrarme, con él las cosas eran siempre tan simples..
..y cuando voy a darme cuenta escucho nuestras carcajadas al unísono y compruebo complacida que siguen estando en plena armonía. Al preguntarme qué tal me ha ido, esbozo una sonrisa, cansada, y sólo consigo decir que le he echado de menos. Cómo no, lo entiende todo, me abraza y por ahora, con eso nos basta. En el fondo, juntos, seguimos siendo los mismos de siempre.

14.1.12

Juego de dos.


La observó  tras el escritorio, sumergida en toda esa montaña de papeles, metida en a saber qué historia. El pelo lacio le caía por la frante, tapándole la mitad del rostro, las gafas se le escurrían de vez en cuando por la nariz, ella se las ajustaba con gesto impaciente y seguía con su trabajo.
Él terminó de llenar las dos copas de vino y se acercó despacio al escritorio, le tendió una y esperó a que reaccionara. Marina levantó la vista de la mesa y le dedicó una rápida sonrisa, dio un sorbo a la copa que él le ofrecía, lo saboreó y volvió a sumergirse en el trabajo. Él se sentó en uno de los sillones frente a ella y se limitó a observarla. Tras unos minutos de silencio ella levantó la vista y lo miró directamente a los ojos.
-¿Qué pasa Arturo?
Él levantó una ceja, divertido.
-¿No puedo contemplar a mis anchas a mi mujer? - se levantó y se acercó a ella, rodeando el escritorio. Acercó su rostro al de ella y le dedicó una mirada depredadora por unos segundos, luego tomó su boca entre sus labios, con furia, con rencor. Marina no respondió al beso, apartó la cara asqueada y lo miró con desprecio, conocía demasiado bien aquella actitud.
- ¿A qué juegas? - le espetó.
El frunció una sonrisa amarga y se incorporó, acarició su mejilla hasta llegar al lóbulo de su oreja, sopesó entre sus dedos aquel pendiente diminuto y delicado. Pensó que aquel jovenzuelo que había hecho que su mujer volviera a sonreír tenía un gusto exquisito, no pudo culparles. Chasqueó la lengua y volvió a esconderse tras su máscara de cinismo. La miró con una sonrisa desdeñosa en los labios.
-A perderte - dio un sorbo largo a su vino mientras mantenía la mirada confusa de ella, tras lo que se dio la vuelta y salió con paso decidido de la habitación.