5.9.10

Septiembre.

Y llegó, no como queríamos que llegara, pero aquí está, triste y solitario, marcando distancias.
Nuevos cambios, como no, ¿qué sería de mí sin ellos? Debo hacerme a la idea de rehacer mi cuerpo a otra cama, más vieja quizás, de esas en las que los muelles se te pueden clavar hasta el alma, facilitándole el camino al insomnio y a las pesadillas. Y la nueva almohada, demasiado dura para mi gusto, de esas que por mucho que la deformes en unos segundos vuelve a su estado inicial. Incómoda, sobre todo para alguien que duerme de espaldas al mundo.
Al menos tengo la seguridad de que, si alguna vez decides dormir a mi lado, tu huella no quedará grabada en ella y así evitaré falsas e inútiles esperanzas. Esa, a pesar de los múltiples inconvenientes, es una gran ventaja, por lo que me acostumbraré a ella para mi propio bien.
Perdona por mis ausencias, pero a la larga serán lo mejor. He visto que no puedo hacerme con un huequito de tu vida. Ser el pañuelo para tu llanto nunca fue suficiente. Ya no absorbe tus lágrimas y han empezado a inundar mi pequeño mundo. Disculpame, prefiero cerrarte la puerta, al menos hasta que consiga poner en mi vida un poco de orden, limpiar a fondo todos los rincones infectados y sacar las cosas que siempre me han sobrado y ocupado espacio inncesario. Ya veré en qué lugar pueda hacerte un hueco, no te doy garantías ya que carezco de fuerzas para hacer que todo te vaya bien.
No sé que pensar la verdad, hubo demasiado desengaños y vacíos, supongo que lo que hubo nunca fue suficiente, al menos para mí. Veo que el tiempo no me libró de mis propios fantasmas, eso de encerrarlos bajo llave, es un mal método, siempre me lo han dicho. Se me han escapado todos de golpe y están haciendo de las suyas.
Así que, hasta una nueva derrota, como tú mismo dirías. Intentaré encontrar otra manera de solucionarme a mí misma.