30.8.10

Contra las reglas



Miró por tercera vez en diez minutos el gran reloj de pared, testigo mudo de su impaciencia. Se sirvió nervioso otra copa y se hundió en el cómodo sillón de piel. Saboreó despacio la bebida y cerró los ojos intentando relajarse. Arturo era del tipo de personas que tendía a alejar a los demás de sí, sólo para ver si de verdad se iban. Le divertía, simplemente. No tenía problemas para adaptarse a los cambios, y ¿por qué no? a las personas. Y ahora se sentía inquieto, después de tantos años, el método comenzaba a funcionar también con ella. Se le estaba yendo de las manos, y esta vez no lo había previsto. Se tensó en un ataque de furia y lanzó con rabia el vaso contra la pared. Apretó los puños mientras éste se hacía añicos en el suelo, dejando tras de sí unas marcas profundas en la pared, como las que él comenzaba a sentir en sus propias carnes.

19.8.10

Encuentro (casual)

Aquel día por mucho que intentaba concentrarse en aquellos papeles, algo se lo impedía. Además del cansancio acumulado durante días se sentía inquieta y el café cargado no la ayudaba precisamente. Se quitó las gafas y se pasó las manos por el pelo intentando despejarse la mente.
-Quizás un buen desayuno te ayude.
Levantó sorprendida la cabeza y su mirada se encontró con la de un joven sonriente y jovial. Portaba una bendeja con tostadas, zumo y más café. Tampoco se le pasó por alto el detalle de la rosa, perfectamente postrada sobre una servilleta.
-Soy Lucas - inquirió el muchacho mientras comenzaba a disponer las cosas sobre la mesa evitando el desordenado papeleo de ella, trabajo extra en su hora de descanso.
-Pero yo no.. - comenzó ella titubeante. Miró hacia el fondo del local. Pedro, el dueño, parecía tranquilo manteniendo una agradable charla con unos clientes, al percibir la mirada de ella le sonrió y le guiñó un ojo en un intento de tranquilizarla. Marina frunció la frente y miró decidida al muchacho que en ese mismo momento se estaba sentando en su mesa. - No te pedido esto y además..
-Pero yo sí - la interrumpió él resuelto mientras le tendía la rosa. - En vez de discutir sobre lo caradura que soy, ¿por qué no aceptas esto como un obsequio y te relajas aunque sea durante media hora? ¿O es que nunca te relajas? - inquirió divertido mientras la escrutaba con los ojos entrecerrados.
Marina estaba perpleja, pero se sintió hechizada por aquella mirada. Pensó algó para sí misma, y acabó sonriendo a su pesar.